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25 de octubre de 2009

¡NO OLVIDEN QUE TRANSITARAN LA MISMA SENDA!



¡NO OLVIDEN QUE TRANSITARÁN LA MISMA SENDA!


Hijo mío, hija mía, el día que ya no sea el mismo; ten paciencia y compréndeme, cuando derrame comida sobre mi camisa o mi blusa y olvide como atar mis zapatos, ten paciencia, recuerda las horas que pase enseñándote a hacer las mismas cosas.

Si cuando conversas conmigo, repito y repito las mismas palabras y sabes de sobra como termina, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, (a) tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que te dormías.

Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no puedo controlarlo, piensa cuantas veces te ayude y estuve a tu lado esperando a que terminaras de hacer las tuyas.

No me regañes cuando no quiero bañarme; recuerda los momentos que te perseguí y los miles de cosas que invente para hacerte mas agradable tu aseo. Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona, acuérdate que fui yo quien te enseño tantas cosas; a comer, a vestirte y como enfrentarte a la vida, también la manera en como lo haces, son producto de mi esfuerzo y perseverancia.

Cuando en algún momento mientras conversamos y me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerlo no te impacientes, tal vez no era importante lo que hablaba y lo único que quería era estar contigo y que me escucharas en ese momento.

Si alguna vez ya no quiero comer, no insitas, se cuando no debo, hacerlo también comprende que a causa de los años, ya no tengo dientes para morder y el sentido del gusto se ha disminuido. Cuando mis piernas fallen por estar cansadas de andar, dame tu mano para apoyarme, como lo hice yo cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernas.

Dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir, de la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego que me acompañes a terminar el mío. Bríndame tu amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas por el inmenso amor que tengo por ti, mi amado hijo (a).

No olvides que tu también eres o llegarás a ser padre o madre, y en su momento esperarás de tu hijo (a) lo que hoy espero de ti.

Luis Varela Luzardo

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