He decidido dejar de participar en todo lo que tenga que ver con el presidente de Venezuela y su jauría de forajidos, porque he llegado a la infeliz conclusión; o que los venezolanos hemos sido alienados, convertidos en marionetas o arlequines del régimen o es que definitivamente el país, la patria, nuestra querida Venezuela nos importa un carajo.
Durante estos nefastos 12 años el presidente de la república y su séquito de incapaces y corruptos ha hecho de los venezolanos un rebaño de corderos, unos porque están disfrutando de las mieles del poder y son los que forman parte de éste, otros por que reciben las limosnas, las dádivas que desde las alturas les lanzan para mantenerlos sumisos lamiendo sus pies y los más, los que no forman parte de esas dos vertientes por que nadan entre las aguas generosas de una riqueza ficticia o por lo menos circunstancial, derivada de los altos precios de nuestra fuente económica como lo es el petróleo; ingresos estos que pueden llegar a su final y podemos comenzar a pasearnos por un árido desierto que nos quemará las entrañas, producto de nuestra desidia, decisión, falta de valor e inteligencia para haber frenado a tiempo la debacle en que se estaba consumiendo la patria.
Es lamentable ver que mientras sistemáticamente nos destruyen nuestro país, nosotros nos paseamos por la banalidad, lo intrascendente, lo fútil, lo nimio, lo trivial, lo que tal vez nos llene de alegría de gozo o felicidad efímera, sin detenernos a pensar que se nos viene encima una tormenta tan destructiva y cargada de dolor que nos hará en su momento llorar lágrimas de sangre.
Nuestra patria está enferma, gravemente enferma, su gravedad es tal, que si mañana tuviera la suerte de desprenderse de estos brujos que hoy la tratan y teniendo la suerte de caer en las mejores manos, deberá estar en terapia intensiva y convaleciendo, por lo menos durante 10 años.
Ahora si creo que solo un milagro puede salvar a Venezuela.
Luis Varela Luzardo
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